Compartir es amor

La columna de Gabriel Biestro Medinilla

Cuando el hoy presidente Andrés López Obrador era candidato, tanto en los años de 2006, 2012 o en 2018, la oposición junto con sus medios aliados se empeñaron en crear una percepción de una persona violenta, ignorante, y sobre todo, sin la suficiente pericia o capacidad para llevar las riendas del gobierno nacional en temas como el económico o diplomático. Dicha campaña asociaba devaluaciones, nacionalizaciones, crisis económica y escasez con el candidato presidencial de morena. En diversas ocasiones escuché que si ganaba, comenzaría una etapa de mala relación con los Estados Unidos que podría desembocar hasta en una invasión militar.

A unos días de haber terminado la gira de Joe Biden y Justin Trudeau a nuestro país, nos hemos dado cuenta de que esos temores eran infundados, y al contrario, hoy México, pese a tener posiciones no compartidas con Estados Unidos en casos como el de la guerra Rusia-Ucrania, o la política energética nacionalque en el marco del tratado comercial generó tensiones con Estados Unidos y Canadá. El Presidente dio muestras de sus dotes, no sólo de gran estadista, sino también de gran anfitrión, donde observamos momentos que salieron más allá del acartonamiento que los protocolos diplomáticos exigen, hubo cordialidad y hasta relajamiento en momentos donde vimos en su lenguaje corporal, en su discurso, y en su proceder general, a un López Obrador seguro, firme y con muchas tablas. No hubieron momentos incómodos como en los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña, este último, brindándonos los momentos más bochornosos del recuento de estas reuniones, en donde se notaba siempre un complejo de inferioridad por parte de los mandatarios mexicanos. Esta vez fue diferente.

Se tocaron diversos temas que arrojaron, no acuerdos, pero sí compromisos en desarrollo e inclusión, del fentanilo, del hidrógeno, de migración, de economía, de temas ambientales y energéticos, donde el presidente López Obrador reafirmó la postura que ha mantenido. Vimos entonces a una reunión de iguales, donde el presidente no ocultó sus posturas, no intentó quedar bien intentando hablarles en inglés, no se portó como lacayo de los intereses de esos gobiernos, y aun así, hubo entendimiento, una gran cordialidad y me atrevería a decir, que hasta diversión.

Esta visita consolida a un México que hoy tiene sus propias opiniones y no duda en expresarlas en temas como nuestra soberanía energética, el bloqueo comercial contra Cuba, el desarrollo conjunto de México con Latinoamérica, entre otros donde tenemos diferencias, pero generando a la vez el respeto ante estas posturas, de eso se trata el trato entre iguales, de eso trata el “tú a tú” tan necesario. Se puede ser aliados, sin ser homogéneos, o en el peor de los casos, sometidos.

Quedan muy lejos episodios como el que protagonizó Fox en 2002 pidiendo al presidente de Cuba Fidel Castro que comiera y se fuera para que no le complicara la visita de Bush a Monterrey en 2002, o cuando en Argentina, en su papel de escudero condenó las protestas de argentinos (entre ellos Diego Maradona) contra George W. Bush en la Cumbre de las Américas a finales de 2005. O cuando Enrique Peña en una posición indigna recibió a Trump como si fuera presidente cuando aún era candidato en agosto de 2016.

Hoy las relaciones y la imagen de México son otras, y el Presidente López Obrador es el principal constructor de esta percepción del todo nueva, algo que nunca pudieron lograr sus antecesores.

Gabriel Biestro Medinilla