La columna de Érika Rivero Almazán
A casi 15 días de que vayamos a votar, el panorama político se radicaliza y nos muestra ya hechos contundentes de cómo será el comportamiento de los principales actores: los candidatos a la gubernatura de Puebla.
Alejandro Armenta: con la mirada fija en la meta, sin desconcentrarse, sin confiarse, pero sobre todo, sin tropezarse. La instrucción a su equipo en meter el acelerador. No sólo quiere ganar, sino que sea por una diferencia amplia, holgada, que no se ponga en tela de duda su triunfo, pero también, que su impulso ayude a otros candidatos de su partido. La promesa de conseguir 2 millones de votos es titánica, sobre todo en la capital y la zona metropolitana, en donde se están concentrando los últimos esfuerzos. El problema al que se enfrenta Armenta es la guerra intestina que no paró en algunos municipios: se quedaron muchos heridos en el campo de la batalla de selección de candidatos. Y algunos juraron venganza. Los nudos gordianos que no se deshicieron.
Eduardo Rivera: haciendo campaña en la capital, en donde está la fuerza panista porque no le dio tiempo para crear una estructura y una imagen en el interior del estado. Seguirá su crítica mordaz contra Armenta, el gobernador Sergio Salomón Céspedes, Pepe Chedraui a y a todo lo que huela a Morena: su discurso es “yo soy el bueno, ellos los malos”, tal como lo expuso en entrevistas a nivel nacional al considerarse objeto de un atentado que ponía en riesgo su vida (con la historia de sus vecinas y los colombianos que las violentaron), y denunciaó que en Puebla se corre el riesgo de vivir una elección de estado (la misma acusación que utilizó Mario Riestra). Más que el voto panistas (hay menos de 18 mil militantes en el estado) el voto antisistema y antiAmlo es lo que busca. Y no se equivoca. La clase media que en el 2018 votó por Obrador, no lo hará ahora. Como nunca, Eduardo Rivera envía su mensaje de campaña a través de las redes sociales. El problema es que nunca se cambió el traje de “alcalde”: sus propuestas y sus mensajes siguen siendo de un presidente municipal y quedan muy acotados para un aspirante a gobernador. Le faltó tiempo, si, pero ¿le habrán faltado ganas? Le ofrecieron la candidatura desde hace mucho tiempo en bandeja de plata y Rivera siempre volteó para otro lado, dudando, evadiendo. ¿Realmente habrá querido ser candidato a gobernador?
Fernando Morales: Él es él. Muy “a la Morales”: con su diálogo cercano a los jóvenes, sus expresiones coloquiales y dicharacheras (¡A la chinganda Agua de Puebla!), la ola fosfo, la bandera naranja, la estampa de su papá, el exgobernador Melquiades Morales y la canción de Jorge Álvarez Máynez se abrió camino, y para sorpresa de todos, va ganando espacios, callándoles la boca a quienes aseguraban que Movimiento Ciudadano perdería su registro. No será así. Al contrario. De iniciar con 2 o 3 puntos en las preferencias electorales, ahora se encuentra en un 6%, con una tendencia al alza. El fenómeno nacional de “Máynez presidente” lo ayuda, y como sucede en el escenario nacional en donde el candidato naranja le quita votos a Xóchitl, Fernando busca hacer lo mismo con Eduardo Rivera, de ahí el continuo envío de dardos envenenados hacia el panista. Sabe que no debe buscar en la 4T, los amloveres y “chairos”: ahí no hay nada para él, pero en el voto antisistema, sí. “El chavorruco”, se dedicó a sembrar en esta temporada, sus frutos no serán cosechados ahora sino mañana. Ésa es su intención.