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La columna de Fernando Manzanilla

Hace algunos meses expresaba que el país y el mundo enfrentaban una “tormenta perfecta”, derivada de la recesión económica y las expectativas negativas en este rubro, lo cual se vio gravemente complicado por la crisis sanitaria en la que nos sumergió la pandemia por Covid-19. Parecería que nada más podría sumarse a este pésimo escenario ¿o sí?

Teniendo como marco el Foro Económico Mundial de Davos, el propio director del Programa Mundial de Alimentos de la Naciones Unidas, David Beasley, manifestó que el mundo se enfrenta a una «tormenta perfecta… dentro de una tormenta perfecta», al advertir una inminente crisis alimentaria a nivel global. En este sentido, dio a conocer que hay 49 millones de personas en 43 países en la puerta del hambre y que el mundo se enfrentará a hambrunas, desestabilización y migraciones masivas si no nos adelantamos al problema.

Hay diversos factores que nos han colocado en esta grave situación, como son la crisis climática, la pandemia, el aumento en los costos de los alimentos, fertilizantes y el combustible, sin embargo la guerra entre Rusia y Ucrania ha contribuido notablemente a complicar la ya convulsionada etapa en la que estamos. El presidente del Comité de Seguridad Alimentaria de Naciones Unidas, Gabriel Ferrero, vaticina que incluso podríamos estar ante la crisis alimentaria «más grave desde la II Guerra Mundial».

Antes de la guerra, la exportación conjunta de Rusia y Ucrania suponía el 30% del comercio mundial. Tan sólo Ucrania podía alimentar a unos 400 millones de personas con su producción de granos. Esto lo colocaba como quinto exportador mundial de trigo y otros cereales con el 10% del mercado global, lo que representa unas 20 millones de toneladas. Sin embargo, a raíz de los conflictos, Rusia ha bloqueado la salida de estos insumos a países de África, Medio Oriente y Europa. Asimismo, se habla de que las fuerzas rusas están robando miles de toneladas de granos ucranianos e incluso la maquinaria agrícola de las granjas y almacenes que van conquistando. 

Aunado a ello, Rusia ha atacado a Odesa, el principal puerto exportador de Ucrania, lo cual lo hace totalmente inaccesible para que pueda salir el grano y coloca a millones de personas de diversas naciones al borde de la inanición, un problema que se ha agravado en los últimos años.

Un estudio interagencial de la ONU revela que la crisis económica de 2020, derivada en gran parte de la pandemia de COVID-19, detonó uno de los mayores aumentos del hambre en el mundo en décadas, afectando a casi todos los países de renta baja y media. Fue así que cerca de 193 millones de personas de 53 países sufrieron hambre en “niveles de crisis o peores”, lo que supone un aumento de 40 millones en el año transcurrido entre 2020 y 2021. 

El Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, elaborado de manera conjunta por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), cifra en 811 millones el número de personas subalimentadas en 2020, cerca de la décima parte de la población mundial.

Del número total de personas desnutridas en 2020, más de la mitad (418 millones) vive en Asia y más de un tercio (282 millones) en África, mientras que en América Latina y el Caribe habita el 8% (60 millones). Aun en América del Norte y Europa, donde se encuentran las tasas más bajas de inseguridad alimentaria, la incidencia del lastre aumentó por primera vez. 

Es así que, hoy más que nunca, debemos sentir cercano y nuestro el conflicto Rusia-Ucrania, así como la interconexión y fragilidad de los sistemas alimentarios mundiales, ya que de manera ineludible acarreará consecuencias para la seguridad alimentaria y nutricional global.

Es necesario cambiar la óptica con que se aborda el problema. Ninguna nación se puede sentir ajena a estos conflictos, porque tarde o temprano sufrirá las repercusiones. La paz en el mundo es urgente, no sólo para vivir en un mejor mundo, sino porque la necesitamos para, incluso, sobrevivir.