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La columna de Érika Rivero

El Yunque no tuvo más remedio que designar a un bateador emergente que le entrara al cambio de dirigencia estatal del Pan, una vez que su carta principal, el aún alcalde de Puebla, Adán Domínguez, está enredado en un escándalo mediático y político (que podría includo a llegar a ser judicial) al cerrar su administración con un déficit financiero millonario.
Y una vez que el escándalo trascendió las fronteras poblanas y llegó al plano nacional, Marco Cortés y Jorge Romero, la formula nacional que domina al partido, llamaron a Eduardo Rivera, quien ya forma parte de su equipo de trabajo, para pedir cuentas y exigirle que bajara de la contienda a Adán Domínguez, debido a su futuro incierto y que atenta con contaminar al partido.
Y es que los dirigentes nacionales (la elección de Romero es un hecho) tiene información que los poblanos no.
En el calor de la urgencia, Eduardo Rivera eligió de su catafixia, cada vez más mermada, a Felipe Velázquez Gutiérrez, alcalde de Atlixco y actual secretario de Gestión y Desarrollo Urbano.
Nadie desaprobó la elección de Felipe, al menos no públicamente en el circulo rojo del Yunque, pero la realidad salta a la vista: Guillermo Velazquez, hermano de Felipe, término por enterrar la hegemonía del Pan en Atlixco. Los Velázquez no son reconocidos y mucho menos queridos en su propio territorio.
La falta de palabra, en lo político, las deudas no saldadas con los empresarios y el mal gobierno en lo social, entregó en bandeja de plata las 2 últimas elecciones a Morena.
El Pan quedó nulificado.
El problema no para ahí: Felipe Velázquez fue el encargado de crear la estrategia de relaminación de calles y bacheo, el principal negativo (a parte de la seguridad) con el que cierra la administración municipal.
El más contento con esta designación es Edmundo Tlatehui, Mónica Rodríguez Della Vecchia y hasta Mario Riestra; dado que resulta el alfil más débil de la cadena yunquista.
Lo dicho: el Pan se mueve en arenas movedizas: con cada paso se hunden más.