La columna de Gabriel Biestro
Hace 30 años se empezó a dar mucha difusión a versiones históricas muy diferentes a las que siempre habíamos tenido como válidas, se enaltecía a personajes como Porfirio Díaz, Antonio López de Santa Anna, Iturbide y hasta a Maximiliano de Habsburgo (que por el simple hecho de tratarse de un invasor extranjero, fuera quien fuera, debería merecer el trato correspondiente).
Esto vino acompañado de historias intentaban desvirtuar a Benito Juárez, Lázaro Cárdenas, o Miguel Hidalgo, e intentando demeritar pasajes y personajes históricos como Juan Escutia, o El Pípila, al grado de decir que eran personajes inexistentes o que nunca habían hecho lo que la historia decía. Llevado esto a cabo por los intelectuales orgánicos del momento, que buscaban disminuir cualquier sentimiento nacionalista, ya que no cabían en un mundo globalizado.
Hablando de Iturbide y la consumación de la Independencia en 1821, se intentó en esos años, de darle un matiz diferente al que siempre tuvo, de traidor a un movimiento de ideario independentista, liberal y republicano. Hoy en día diversas publicaciones donde intentan exaltar a Agustín de Iturbide como un prócer e intentando resarcir su papel.
Aun así hay diversos relatos históricos serios que demuestran que Iturbide era una persona despiadada y represora, que fue degradado y puesto bajo vigilancia por sus escándalos de corrupción. Era un criollo conservador que le gustaba vestir bien, de trato educado, y que venía de las filas virreinales, a las que defendía contra los insurgentes con una gran ferocidad, pero que de manera calculadora se inclinó al final por negociar con ese bando al que había combatido y ser así la punta de lanza de un momento inevitable, para generar un cambio que no cambiara nada, porque cuando Iturbide emite su Plan de Iguala, que fundamenta las tres garantías: La Independencia, la religión y la unidad (que algunos autores lo plasman más bien como el mestizaje), también plasma el hecho de mantener el régimen monárquico encabezado por el Rey Fernando VII de España, una especie de principado coronado (nombrado) por el Rey de España.
Se podría decir que México fue el único lugar que ganó su independencia, no con una batalla, sino con un acuerdo. Iturbide, con su Ejército Trigarante, integrado por tropas insurgentes diversas de los que había al inicio combatido como Guerrero y Guadalupe Victoria, entra triunfal el 27 de septiembre de 1821 a la Ciudad de México. Esto marcaba el triunfo del movimiento independentista de México, pero no ganaban los principios de Hidalgo y Morelos, sino los de esa clase dominante que Iturbide representaba, la misma que había dominado antes. El triunfo y fugaz mandato de Iturbide fueron los cimientos para una época que después sería complicada, caótica para México, un país que tenía seis millones de habitantes, de los cuales cinco eran indígenas, y que finalmente no lograba con la consumación un cambio de fondo, puesto que los conservadores se habían adueñado de su última etapa, evitando la consolidación de un cambio profundo en el modo de gobernar. Eran los mismos, pero adaptados a un nuevo tiempo. Afortunadamente Iturbide cayó, aunque el daño ya lo había hecho.
Gabriel Biestro
@biestro