En los Estados Unidos es más efectivo apelar a los derechos de la salud de la mujer para interrumpir un embarazo que al derecho humano de la libre elección, pues este último argumento siempre falla en las cortes.
Reportaje: Gaceta UNAM
La justicia reproductiva, los derechos de la mujer y su derecho a la elección en general son estrategias complementarias que cumplirán su función sólo cuando las mujeres dejen de morir por practicar un aborto inseguro, consideró Raffaela Schiavon Ermani, consultora independiente del Colegio de Bioética, al participar en el Simposio Internacional de Bioética, que en esta edición celebra los 20 años de dicho Colegio.
La especialista en Derecho a la salud participó en la primera jornada de actividades del encuentro organizado por el Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIFs), y recordó que según la Organización Mundial de la Salud, 97 por ciento de los abortos peligrosos se practican en países en desarrollo, y en Latinoamérica se sabe que tres de cada cuatro ponen en riesgo la vida de la madre.
“A mi juicio, cuanto más profundo es el dilema, más compleja la ponderación de los derechos y más delicado el balance entre la innegable realidad de un producto en desarrollo y la realidad de una mujer que no quiere, o no puede, o no tiene la capacidad y disponibilidad física, mental y emotiva de traer un ser al mundo. Cuanto más grave sea este conflicto más debe estar en sus manos”, reflexionó la consultora.
Alma Beltrán y Puga, profesora de la Universidad Iberoamericana, dijo que lo que se necesita hoy en día es impulsar en México el concepto de justicia reproductiva, sobre todo luego de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó en 2021 que el aborto es un asunto de derechos humanos, un derecho a la libre elección, que tiene que ver con las condiciones sociales y no debe ser considerado un delito.
“Quienes están acusadas o tienen alguna investigación en curso sobre una práctica de aborto no podrían ser criminalizadas. Y si no es un delito, lo que toca pelear ahora es verlo como un derecho fundamental en la Constitución, pues básicamente es pedir acceso a un servicio público de salud reproductiva que esté garantizado en condiciones de igualdad, no discriminación y con una accesibilidad suficiente para las personas de escasos recursos, marginadas, mujeres indígenas que no tienen suficiente disponibilidad económica para acceder a una práctica segura”, apuntó la abogada.
Frances Kissling, investigadora visitante del IIFs, reflexionó en torno a este problema, y refirió que en los Estados Unidos es más efectivo apelar a los derechos de la salud de la mujer para interrumpir un embarazo que al derecho humano de la libre elección, pues este último argumento siempre falla en las cortes.
“Necesitamos analizar seriamente qué tan eficiente, a nivel estatal, ha sido apelar al derecho de abortar, porque hemos invertido mucho dinero en políticas, pero debemos invertir más en que las mujeres accedan a la elección más allá de la salud. Tenemos que ayudarlas de una forma u otra, especialmente en aquellos estados de EE. UU. donde es ilegal”, comentó la presidenta del Centro de Ética y Política Social de Salud, en Washington, D.C.
Ante estudiantes y académicos, reunidos en la Sala José Gaos del IIFs, la académica universitaria agregó que cuando en Estados Unidos se suele apelar a los derechos humanos de las mujeres, este argumento suele ser desechado en favor de los derechos del nonato, pero cuando se alega que la madre puede morir entonces se suele autorizar la interrupción del embarazo, lo que habla de que a nivel social es necesario hacer muchos cambios.
Momentos antes, durante la inauguración del encuentro, Juan Antonio Cruz Parcero, director del IIFs, apuntó que esta edición del Simposio Internacional de Bioética conmemora los 20 años del Colegio de Bioética, que fuera fundado por Rubén Lisker, Marcia Muñoz, Ruy Pérez Tamayo, Ricardo Tapia, Arnoldo Kraus, Pedro Morales, Margarita Valdés y Rodolfo Vázquez.
“Hoy el Colegio tiene más de 30 integrantes que siguen el legado de sus fundadores de empezar a discutir, a problematizar temas en torno a la bioética, y no sólo la médica, sino en todos los aspectos donde esta disciplina ha proliferado”, resumió.
A su vez, Asunción Álvarez del Río, académica de la Facultad de Medicina de la UNAM y presidenta del Colegio de Bioética, recordó que el Colegio surgió como un contrapeso a la bioética confesional (la que toma como posición el magisterio religioso) que imperaba hacia 2003, y que se apropiaba de políticas gubernamentales sobre genética, investigación y aborto, quizá los principales temas de entonces.
“Veinte años después seguimos promoviendo el desarrollo de la bioética entendida como una disciplina que se ocupa del ser humano en relación con el medio ambiente y el mundo animal, desde la misma perspectiva, y hoy celebramos seguir activos, ocupándonos de muchos otros temas, como se ve reflejado en este simposio. Sobra decir que sigue siendo necesario hacer el mismo contrapeso a una bioética que se aleja de la laicidad, como sucedía cuando se consideró necesario fundar el Colegio de Bioética”, comentó.