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La columna de Fernando Manzanilla

Este fin de semana se celebraron las últimas elecciones locales, antes del proceso electoral del 2024 en el Estado de México y Coahuila, entidades en las que en ambas se eligieron a gobernadores, así como a legisladores locales en la entidad del norte del país. 

En el Estado de México el triunfo de la candidata morenista, la maestra Delfina Gómez, fue contundente, con lo cual logró terminar con la hegemonía que habían mantenido el priismo durante casi un siglo en esta entidad. 

De acuerdo con los datos ya completos del PREP en el Estado de México, se sabe que Morena obtuvo 3 millones 268 mil votos, mientras que la alianza del PRI-PAN y PRD, encabezada por Alejandra del Moral, logró apenas 2 millones 752 mil. 

Estas cifras enmarcan el triunfo de la maestra Delfina, quien hoy se ha convertido en la primera mujer que gobernará la entidad la más poblada y con el mayor peso electoral en el país, lo cual la ha llevado a ser considerada la joya más preciada de la corona.

En contraparte a estos resultados, en Coahuila la alianza opositora, encabezada por Manolo Jiménez, se alzó con el triunfo al recibir 742 mil votos, contra los 280 mil que logró el candidato morenista, Armando Guardiana.

Pero más allá de los resultados obtenidos, es importante analizar cuáles son las diferencias que han enmarcado esta gran disparidad entre lo ocurrido en el Estado de México y Coahuila, entidades en las que, a pesar del descontento ciudadano contra las fuerzas opositoras del PRIAN, han logrado retener el poder en el norte del país.

Sin duda la clave de estos resultados está en las alianzas que se lograron materializar en Estado México y las que se perdieron en Coahuila, donde partidos aliados a la 4T decidieron en un primer momento ir solos, y aunque trataron de enmendar el camino, el daño estaba hecho: los electores y los ánimos se habían dividido.

Es por ello, que rumbo al 2024, considero que será prioritario tener presente a este factor y sobre todo el trabajar con el foco en un proyecto de unidad, que sume a todos los liderazgos de manera incluyente. 

Precisamente esa es la idea bajo la cual nació el Instituto Mexicano para la Transformación de la Vida Pública, una asociación civil integrada por representantes de todas las regiones y sectores sociales que trabaja para materializar el gran “Pacto de Unidad por Puebla”.

Y es que la unidad se ha convertido en un valor fundamental para lograr el progreso y superar los desafíos que enfrentamos. Trabajar juntos hacia un objetivo común puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso. Por otro lado, la división y la fragmentación pueden debilitar cualquier esfuerzo colectivo y obstaculizar el avance. 

Desde la visión que tenemos en este Instituto, la unidad fomenta la inclusión y el respeto mutuo, permitiendo que diferentes perspectivas, habilidades y experiencias se combinen en beneficio del conjunto. Cuando trabajamos juntos, podemos aprovechar la diversidad para generar ideas innovadoras y soluciones creativas a los desafíos que enfrentamos. Al valorar y aprovechar las fortalezas de cada individuo, nos volvemos más resilientes y capaces de enfrentar cualquier obstáculo.

Asimismo, estamos convencidos que trabajar en unidad crea un ambiente de confianza y cooperación. Cuando nos unimos con un propósito común, generamos lazos de confianza mutua y nos sentimos respaldados por aquellos que nos rodean. La confianza es un elemento clave para el éxito de una encomienda tan importante como lo es el conseguir la transformación de Puebla.

Asimismo, creemos que cuando trabajamos juntos, podemos aprovechar los conocimientos y las habilidades individuales para alcanzar metas de manera más rápida y efectiva. Por el contrario, la división y los conflictos generan obstáculos y retrasos, afectando negativamente los resultados y diluyendo los esfuerzos individuales.

Pero, sobre todo, la unidad desempeña un papel crucial en la transformación de la sociedad y la promoción del cambio. Cuando las personas se unen en torno a una causa justa, como lo es tener un estado y país diferente, su voz se vuelve más poderosa y pueden generar un impacto significativo. Sin embargo, la división debilita estas causas, impidiendo que los ciudadanos logren cambios significativos y limitando su capacidad de influencia.

Es por ello que rumbo al 2024, no se debe olvidar que la clave está en la unidad, en cerrar filas con la ciudadanía, en hacerla partícipe del cambio y la transformación que tantos años ha costado alcanzar y que de la mano del Presidente Andrés Manuel López Obrador está siendo posible que llegue a todos los rincones del país.