Este lunes 22 de septiembre de 2025, durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca dedicada al autismo, el presidente estadounidense Donald Trump desaconsejó el uso de paracetamol —conocido como acetaminofén o Tylenol en Estados Unidos— en mujeres embarazadas, afirmando que podría estar “asociado con un riesgo muy elevado de autismo” en los niños.
Trump indicó que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) notificará a los médicos sobre esta supuesta conexión y recomendó evitar el medicamento salvo en casos médicamente necesarios.
El mandatario citó el aumento en los diagnósticos de autismo en las últimas décadas —de uno en 20.000 niños a uno en 31— y vinculó la ausencia de este fármaco en Cuba a un menor consumo y, supuestamente, a menores tasas de autismo.
Sin embargo, la comunidad científica rechazó estas declaraciones como “irresponsables” y sin base sólida. Estudios amplios, incluyendo uno realizado con 2.5 millones de bebés suecos, no han encontrado un vínculo causal entre el paracetamol en embarazo y el desarrollo de autismo. Expertos señalan que el aumento en diagnósticos se debe a factores como mejores evaluaciones, cambios en los criterios clínicos y componentes genéticos.
Paralelamente, la administración de Trump aprobó el uso de leucovorina como terapia para síntomas asociados con el autismo, como retrasos lingüísticos. Además, el presidente volvió a cuestionar la seguridad de algunas vacunas infantiles, incluyendo la de hepatitis B, evocando polémicas previas con el activista antivacunas Robert F. Kennedy Jr.
El fabricante de Tylenol, Kenvue, y organizaciones como el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos criticaron el anuncio, advirtiendo que podría generar confusión y riesgos en mujeres embarazadas que eviten analgésicos seguros.
Las declaraciones han abierto un debate sobre la comunicación pública de riesgos médicos, la influencia política en la percepción científica y la importancia de basar recomendaciones de salud en evidencia comprobada.