La columna de Érika Rivero Almazán
“Ni tu marido, ni tus hijos, ni tu familia ni nadie viene a cubrir tus necesidades. Demos trabajar en estar plenos con nuestras propias herramientas. Luego queremos que la pareja nos haga feliz, o nuestros hijos nos hagan felices, y eso nunca va a suceder si no consigues por ti misma tu propio bienestar, tu propia felicidad. Las mujeres cometemos mucho el error de mendigar amor”: Liliana Ortiz Pérez, presidenta del Patronato del Sistema Municipal DIF (Revista Más Sana. Los Conjurados Dic.23.21).
-¿Cómo erradicar o al menos disminuir los índices de violencia que hay en contra de las mujeres?
Tenemos que saber lo que valemos y respetarnos a nosotras mismas, ése es un primer gran paso porque a muchas mujeres nadie les enseñó a hacerlo.
Y en la medida en que aprendas a valorarte, a respetarte, no vas a permitir que otros te menosprecien, te falten al respeto y, mucho menos, ejerzan violencia sobre ti.
Otro factor que lamentablemente es muy fuerte y pesa mucho, es el machismo que se vive en México; aunque también es una circunstancia que se vive a nivel mundial: no es lo mismo lo que las mujeres pasan aquí, que en Latinoamérica o con una cultura musulmana, talibana, en fin… es un tema de ir rompiendo conductas, cambiar mentalidades y de ir haciendo consciencia.
No es una tarea fácil pero ya se está haciendo.
Estamos reaprendiendo a cómo tratarnos.
Estamos reaprendiendo a detectar la violencia, a reconocerla, porque aprendimos también a que era normal soportar ciertas conductas, que no deben ser aceptadas.
Y esa es una responsabilidad que recae en todos: en hombres y en mujeres.
La normalización de la violencia es inadmisible.
No es difícil de comprender porque es una máxima universal: no le hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti.
La pandemia nos enseñó a humanizarnos
Nos permitió en quedarnos encerrados en casa a sacar la mugre bajo la alfombra: lo que no queríamos ver lo hicimos: se multiplicaron los divorcios, se incrementó la violencia intrafamiliar, ¿por qué? Porque en vez de ir creciendo juntos, volteamos la cara y no atendimos los problemas importantes.
Esta pandemia nos hizo enfrentar a nuestros peores miedos, y sacó a flote todas nuestras debilidades.
En un plano municipal, echamos a andar un programa que se llama Contigo Mujer, para atender el tema de violencia en todas las mujeres que están pasando por un círculo vicioso en sus hogares.
Contigo Mujer se focaliza en darles apoyo, respaldo en todos los sentidos y para que sepan que no están solas o vulnerables.
Hay un equipo de especialistas en cada materia: abogados, psicólogos, médicos, en fin, para que las mujeres puedan contar con una asesoría profesional y oportuna, y yo acompaño a todo este proceso, cuidando que el protocolo sea transparente y transversal, además de que contamos con todo el apoyo del gobierno del estado.
-¿Cuál sería para ti un resultado satisfactorio de que Contigo Mujer está funcionando?
Incrementar el número de mujeres que adquieran empoderamiento, y esto es un giro total en quienes sufren de maltrato y violencia.
¡Imagínate!, estamos dando cursos para que aprendan a manejar o a cambiar una llanta. Todo eso son factores importantes que permiten la movilidad, la seguridad de las mujeres.
Hay muchas que siguen atadas a una relación muy dolorosa con su pareja porque no tienen ingresos económicos propios y no saben cómo sacar adelante a sus hijos, por eso también estamos dando cursos de capacitación para el trabajo.
O bien, contamos con una red de apoyo para recibir a las mujeres con sus hijos que por situaciones de violencia se quedan en la calle. Ahí les damos techo, comida, atención psicológica.
Las mujeres merecen vivir en paz y seguras.
Es por eso que seguimos rompiendo paradigmas.
El machismo también ha sido una pesada carga para los hombres: “los hombres no lloran”, y otras frases “inocentes” han hecho mucho daño a nuestras sociedades y a ellos.
Otra frase terrible: “calladita te ves más bonita”… no, no me veo más bonita, porque necesito hablar lo que siento y lo que me está pasando.
Y todo esto hacerlo desde un espacio de responsabilidad: es hacer consciencia, y en ese camino andamos… reuniendo todas las herramientas que me han dado los cursos personales que di (Corazón Abierto), las dos maestrías que cursé, la experiencia de haber sido ya presidenta del DIF, y los nuevos retos que nos presenta esta
-¿Cuáles fueron sus aprendizajes más valiosos en estos cursos que diste en Corazón Abierto?
En que recibí mucho más de lo que di.
Aprendí a ver mi sombra, es decir, mis defectos, con más compasión en vez de culpa. También aprendí que en muchas mujeres se acumula demasiada frustración por andar mendigando amor en el trayecto de la vida, sin darnos cuenta que somos nosotras quienes deberíamos querernos, ponemos límites y enseñamos a los demás a cómo tratarnos.
El lenguaje no es inocente, y a veces en la forma en cómo nos tratamos a nosotras mismas es la primera señal de maltrato, por ejemplo, cuando nos reclamamos “soy una tonta” o cosas peores… esta constante tendencia a descalificarnos, lo único que estamos haciendo es maltratarnos, no valorarnos y permitir que otros también lo hagan.