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La columna de Juan Rodolfo Rivera Pacheco

La historia electoral mexicana tiene al día de hoy una evidencia que parece incontestable e irremediable, al menos para el momento actual: MORENA sigue ocupando la cima de las preferencias electorales según todas las encuestas serias (cara a cara y en vivienda), tanto en el mapa nacional como en territorios emblemáticos como Puebla. Sin embargo, para quienes leemos con más detenimiento los vaivenes de la vida pública, esa ventaja no es, por sí sola, garantía de perpetuidad. Flotan en el aire social las preguntas incómodas: ¿por cuánto tiempo resistirá ese entusiasmo en urnas legislativas, municipios o gobiernos estatales rumbo a 2027 y, más aún, ante la prueba mayor que será 2030? ¿De qué está hecha la fidelidad, y cuáles son los peligros que la acechan?

La narrativa de la Cuarta Transformación ha tenido, desde su nacimiento, una columna vertebral: los programas sociales. Las becas para estudiantes, los apoyos a personas adultas mayores, los estímulos a madres de familia, los programas dirigidos a mujeres y sectores históricamente marginados, son realidades tangibles. Ahí está el dato duro, frío pero claro, del INEGI: la pobreza ha descendido en México en los últimos años, y en buena medida, el motor ha sido el flujo constante de recursos públicos hacia los bolsillos de quienes menos tienen. Interprétenlo como gusten… pero sí bajó la pobreza y la gente sí lo percibe.

En el caso de Puebla, basta recorrer municipios de la Sierra Norte o el sur del estado, para encontrar los ecos de gratitud y esperanza: la credencial bancaria que habilita la transferencia mensual, la cartilla de bienestar que significa comida, apoyos escolares, una vida menos angustiada. Son millones de personas enlazadas a los apoyos. Esa red social es, a la vez, una muralla defensiva para MORENA y un espejo en el que otros partidos —PRI y PAN, viejos dueños del aparato clientelar— miran con nostalgia.

Pero lo hemos dicho mucho aquí mismo: la historia política nunca es lineal ni eterna. El círculo virtuoso de los programas sociales puede romperse por dos costados: la corrupción y el agotamiento presupuestal.

Por un lado, los relatos sobre gobernadores, alcaldes, legisladores y dirigentes de MORENA que han caído en excesos, componendas, tráfico de influencias y enriquecimiento inexplicable, empiezan a opacar evidentemente el relato de la “regeneración nacional”. El electorado mexicano, como ha demostrado tantas veces, es capaz de perdonar el pasado, pero es menos indulgente con la traición al presente. Si las historias de vida ostentosa, de gasto discrecional y abuso de poder se multiplican y se vuelven cotidianas, la reacción puede ser tan severa como la que sepultó al PRI y al PAN en sexenios pasados.

El peligro para MORENA es muy claro y quizás muy próximo: que las y los ciudadanos, hartos de la simulación, empiecen a decir que “son iguales a los de siempre”. Que la marca quede manchada por el descrédito de quienes, desde el cargo público, olvidaron la “modestia republicana” y la cercanía con el pueblo. Ejemplos al día de hoy… ya sobran.

Por otro lado, la sostenibilidad de los programas sociales no está escrita en piedra. El presupuesto federal y estatal es finito, y depende de la recaudación, de la estabilidad macroeconómica, de la capacidad de evitar fugas y de la visión para mantener los recursos fluyendo. El día en que falten fondos para las becas, para los apoyos a la tercera edad, para los programas de mujeres, para las familias en situación de desventaja, ese día MORENA perderá la brújula de su popularidad.

Lo que hoy es certeza, mañana puede convertirse en espejismo. Los comicios intermedios y las elecciones de gobiernos locales serán el verdadero termómetro de si los cimientos de MORENA resisten la erosión de la costumbre, el cansancio y la decepción. La gente puede elegir con el estómago, pero también vota con la memoria corta y el hartazgo: si los beneficiarios de los programas sienten que el partido se alejó, o que los gobernantes se volvieron parte del problema, el voto puede migrar -entiéndanlo- como ha ocurrido ya varias veces en la historia mexicana reciente.

Por eso el reto para MORENA es tan grande como urgente: conservar la mayoría en el Congreso de la Unión, retener los gobiernos estatales y municipales —en especial en plazas simbólicas como Puebla— no sólo con la inercia de los apoyos sociales, sino con resultados tangibles, honestidad y cercanía real.

Pero si el dinero no alcanza, si la corrupción se multiplica, si la distancia entre representantes y representados crece, el derrumbe puede llegar tan rápido como la ascensión. Porque en México, la alternancia y la exigencia social son ya costumbre, y el pueblo -aunque muy distraído en sus problemas cotidianos- ya suele cobrar el desprestigio gubernamental en las urnas. Acuérdense.

jriverp@yahoo.com