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La columna de Erika Rivero Almazán

Recapitulemos: En una estrategia bien planeada desde el Pan Nacional, Jorge Romero Herrera sopesó el engranaje de la maquinaria en Puebla después de la elección: los decepcionantes resultados no encajaron aún en el escenario programado más desastroso.

Un «zapato» fue no solo doloroso, sino humillante.

¿Conclusión?

Eduardo Rivera perdió la confianza del Nacional.

Jorge Romero lo tendría entonces cerca… si, pero tan, tan, tan lejos de Puebla.

Necesitaba cambiar la capitanía del estado para que cuadrara con su plan del 2027: empezar a recuperar un territorio perdido, con una militancia menguada, enojada y desmotivada.

Ya tenía en mente a dos personajes: desde siempre fueron el plan B, y era el momento de activarlo: Genoveva Huerta y Mario Riestra.

La primera siempre tuvo su respaldo, pero Jorge quiso un nuevo capitán del barco: un perfil más fresco que le asegurar la suma y recuperación de una militancia nueva, con otra visión de la política y que tuviera urgencia por figurar.

Más Pan y menos Yunque.

Por eso el clan de Eduardo Rivera no desaparecerá; solo pasará a un segundo plano.

Sobre todo con la derrota en la interna de la carta de Rivera Pérez: Felipe Velázquez, escenario que el Yunque nunca contempló en su bitácora.

En verdad: Eduardo Rivera jamás pensó en perder.

Lo que facilitó la ejecución del plan de Jorge Romero para Puebla: depuración y colocación de una nueva clase política gobernante en su partido en la aldea poblana.

Mario Riestra y Genoveva Huerta sacaron su lado práctico: cogebernar; y lo hicieron no sé si a gusto pero sí convencidos por la oportunidad que eso significaba: sin Yunque y sin Eduardo Rivera… a fin.

¿Qué viene para el Pan?

Los consejeros políticos y el nuevo Comité Estatal también están convencidos hasta la médula de la urgencia de un giro de timón: saben que les urge ganar y deben de pisar fuerte y unidos para empezar a ganar territorio en el 2027: no habrá mucho, pero saben que hoy tienen cero.

El reto para Mario Riestra empieza para él mismo y no tropezar con las mismas piedras que Lalo Rivera: no escuchar, aislarse, no cumplir acuerdos, imponer sólo a su gente y promoverla en candidaturas, no aprovechar y valorar el talento de su militancia, y, sobre todo 3 cosas: humildad, humildad y más humildad.