La columna de Érika Rivero Almazán
Ignacio Mier Velazco llegó corriendo, «la culpa es de Crisanto», se excusó con su bigote sonriente y de inmediato, empezó a saludar a sus invitados: la prensa poblana: directores, dueños de medios, columnistas, principalmente… a uno por uno les dio la mano, abrazó, intercambio comentarios cómplices…
¿Cómo nos fue con la entrevista en Los Conjurados?, ¿sacamos ámpula? Me preguntó… y así se fue con cada uno… palmadas, abrazos, besos… pueden decirme «morenacho», confesó con cierto orgullo.
¿Éramos 70? Calculó Lety Torres y Fernando Maldonado lo confirmó. Ya veíamos doble del hambre y de antojo del chile en Nogada que hizo famoso a Don Onécimo Sánchez en su Burladero, y que hoy sigue Juanito, el anfitrión de la reunión con el aspirante a la gubernatura de Puebla.
Se convocó a quienes trabajamos en medios de comunicación: radios, prensa, electrónicos y digitales… ¿estábamos todos? Pues sí, o casi todos… desde los grandes, los medianos y pequeños, los aplaudidores por naturaleza, los «oficiales», los críticones, y hasta quienes cubrieron de calificativos horribles y personales en contra de Nacho Mier… hasta esos estaban, y en primera fila: y fueron los primeros en preguntar y saludar con algo que parecía afecto y admiración a Nacho… pleitesía pura… un efecto bastante obvio y esperado de quien viene.
«No soy un hombre de rencores, porque te quita demasiada energía y yo veo hacia adelante… siempre… quien escribe o dice cosas horribles o se mete hasta con la familia, con personas inocentes y que no tienen nada que ver en estos asuntos, pues eso ya será cosa de ellos, así se deben tratar así mismos… yo tengo palabra y les digo aquí que siempre defenderé su libertad de expresión… aunque no esté de acuerdo con algunas de sus expresiones… siempre seré respetuoso».
Fue una plática relajada, sin formalismos ni códigos; se sintió más bien como un acercamiento, un pacto implícito de camaradería… como ondear una bandera blanca en un campo de batalla sexenal desierto y lleno de heridos, maltrato y ofensas… las secuelas del barbosismo.
Nacho Mier se condujo como es él… comentó anécdotas de cuando no quería ser candidato a diputado en tiempos de Manuel Bartlett porque no tenía dinero, ni era tan conocido ni con sed de candidato: «no voy a hipotecar la casa de mis hijos y se necesita dinero para esto… yo solo tengo un yoyo, un trompo y un balero»… y de cómo Bartlett no le dio opción: «vas porque vas y yo te necesito ahí, en la cámara, porque solo tú sabes bien cómo pienso».
¿Será un presagio del momento actual?
«Solo es buena la neutralidad en los jabones», dijo refiriéndose a la política: se necesita claridad para actuar y una filosofía definida… nada de medias tintas.
No habló mucho de su primo y principal contendiente (hasta hoy) Alejandro Armenta, solo respondió que si se sale de Morena en caso de no ser favorecido «trata de ser feliz con lo tienes… vive la vida intensamente, luchando lo conseguirás…» y rió… que en el partido no habrá rupturas y que «Vamos a estar bien»… que hasta noviembre podría dejar su cargo como coordinador del Congreso de la Unión por tener el pendiente de sacar la propuesta presupuestal de egresos, por solicitud expresa de AMLO.
Entonces, en Puebla sabremos de quién será el candidato de Morena y sus aliados hasta principios de diciembre… es posible.
¿Aguantará tanto la liga?
Veremos.
Dice que las encuestas lo favorecen ya, pero que no las utilizará para publicarlas, «sería irresponsable», porque es el método final con el que el partido tomará decisiones.
Tuve que preguntarle a Yonadab Cabrera sobre el significado de la pregunta de Edmundo Velázquez acerca de si Nacho había recibido su rosario… y el contexto es que Arturo Rueda, su socio en el periódico Cambio, recién liberado de la cárcel, está regalando rosarios… y uno, al parecer, fue para Nacho… «Si lo recibí, ¿qué puedo decir?, espero que Puebla haya recuperado a un buen artesano», y así se abordó el tema que para muchos representaba el elefante en medio de la sala y que nadie se atrevía a mencionar… pero para muchos, muchos otros… la verdad es que no. Ni al caso.
La comida casi se volvió merienda, sin tensiones, sin apuros… al final me pasó algo por la cabeza… nunca lo dijo, no lo simuló ni lo dejó entrever… pero, ¿Nacho Mier se habrá dado cuenta de que ya habla y se maneja como candidato?