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La columna de Erika Rivero Almazán

¿Por qué en su discurso de triunfos sobre los buenos gobiernos del PAN, Eduardo Rivera omite los logros del gobernador Rafael Moreno Valle Rosas?

Ya hubo quien en su círculo de confianza se lo pusiera sobre la mesa.

Pero el candidato, enfático, resolvió que no.

El motivo de su negación no puede ser otro que el peso del dogma, sobre lo viable y lo conveniente.

Es posible los malos recuerdos, las rivalidades entre ambos, siempre irreconciliables.

Porque en lo que corresponde al área de la practicidad, sería un acierto para Eduardo Rivera.

Y es que en la memoria inmediata de Puebla hay dos gobiernos: el de Morena que encabezó el gobernador Luis Miguel Barbosa, con los resultados que ya conocemos; y el del PAN, que dirigió el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, cuyos resultados también conocemos todos.

No hay punto de comparación.

Será que por eso el candidato Alejandro Armenta ni de broma lo saca a relucir en su discurso. No. Sería un error: sería tirar un ancla que lo llevaría al fondo del mar del arrepentimiento. Ese fue el legado de Barbosa.

Muy diferente son los resultados que arroja el legado de Moreno Valle. Los poblanos lo recuerdan con nostalgia y lo aprueban.

¿Por qué no Eduardo Rivera lo utiliza como parte de su discurso que hablan sobre los buenos gobiernos del PAN?

Al parecer, la única respuesta es que el dogma pesa más que cualquier cosa.

Según una medición que realizó la encuestadora Mas Data en julio del 2023: la pregunta fue: “¿Quién hizo más por Puebla como gobernador, Rafael Moreno Valle Rosas o Luis Miguel Barbosa Huerta?”.

Los resultados fueron contundentes: 35% de los poblanos considera que Rafael Moreno Valle hizo más por el estado que Luis Miguel Barbosa, con una aprobación menor al 25.4%.

Si esta es una realidad medible, ¿por qué no sacar ventaja?

Y es que ya sabemos por sus repetidas declaraciones que Eduardo Rivera ya le ganó a Morena en la elección del 2021, que por concentrarse en su función del alcalde y entregar buenas cuentas no anticipó su campaña a la gubernatura: que la capital rota que le heredó Claudia Rivera fue revivida con atención a vialidades, parques, jardines, la rehabilitación de mil calles, el programa Médico Contigo y la recuperación de las estancias infantiles, así como la peatonalización del Centro Histórico. No se diga el mejoramiento de la seguridad pública (aunque para sus detractores, ellos tienen otros datos).

Esa es su carta de presentación de su campaña, así como sus 10 propuestas, que versan mucho en su trabajo como alcalde pero exponenciado.

Eduardo Rivera es incrédulo de las encuestas: afirma que en sus números lo apuntalan muy cerca de su principal rival, el morenista Alejandro Armenta, y que su tendencia va a la alza. Eso es lo que afirma Eduardo Rivera, y muy posiblemente ése será su argumento que lleve al debate entre los aspirantes a la gubernatura.

Pero si en una campaña se trata de llevar la mejor estrategia y las mejores armas de defensa, ¿por qué omite utilizar un arma poderosa, como lo son los logros del finado gobernador Rafael Moreno Valle?

El círculo rojo sabe que fueron adversarios desde siempre, que nunca coincidieron. Si, pero la gente y sus posibles votantes, esos que más que panistas representan el voto antisistema y que por nada del mundo votarán por AMLO y la 4T, esos, son los que Eduardo Rivera debería conquistar.

Porque el PAN, en este momento electoral, es un símbolo, una bandera, una causa, y en vez de utilizar esta herramienta, Eduardo Rivera decide desdeñarla.

El tiempo decidirá si fue un acierto, o un error.