Compartir es amor

La columna de Erika Rivero Almazán

Fueron 8 horas amarrada al asta bandera del Poder Judicial.

Se acumularon el intenso sol, la sed, el amargor en la boca, el miedo, la incertidumbre, la duda… el cansancio por entumecimiento en ambas piernas, en ambos brazos.

Pero Diana no dejó de sostener el cartel: “Soy esa… la mamá que lleva años esperando una sentencia de pensión”.

Lleva 5 años luchando sola, primero; después, acompañada del Frente Poblano de Mujeres contra Deudores Alimentarios.

Fueron ellas, sus amigas, sus hermanas ya, la que apoyaron su idea.

Su desesperada idea que primero surgió de la chispa emanada del humor negro: “¿qué?, ¿debo de amarrarme al asta bandera del Poder Judicial para que nos hagan caso?

Nadie se rió.

“Diana, no le juegues al “Juan Escutia”, recomendó una mamá.

Efectivamente, era una idea absurda.

Pero más lo era la respuesta del papá de la hija de Diana: declaró que no tenía dinero ni empleo, y fue tanta su necesidad que tuvo que salir a vender “botanas” en las esquinas.

De ahí que en el colectivo le pusieran “el botanas”.

La mentira, aunque absurda y fácil de comprobar todo el peso de su falsedad, había sido válida para los jueces, quienes de inmediato lo exentaron de toda responsabilidad para con su hija.

Por eso Diana concluyó que si era el absurdo que la justicia defendiera al violentador y desamparara el futuro de una niña, , ¿por qué iba a ser descabellado irse a amarrar al asta bandera para lograr llamar la atención del Poder Judicial?

Y es que en este plano del absurdo, el colectivo había solicitado desde siempre una reunión con el titular del Poder Judicial de Puebla; pero la cita nunca llegó.

Cuando llegó Belinda Aguilar Díaz como nueva presidenta, el Frente de Deudores Alimentarios creyó en se abría una oportunidad.

Pero no fue así.

Y es que a la violencia de los padres deudores, hay que sumarle la más letal: la violencia institucional, pues en donde debería existir la justicia y la defensa de los vulnerables, se resumen la revictimización de las madres y las infancias.

Por eso Diana ya no quiso esperar otros 5 años para que la justicia llegara.

Sus hermanas del colectivo la auxiliaron para amarrarla, para ponerle los lentes de sol, para cuidarla y custodiarla ante los policías que ya no sabían qué hacer ni qué decirles para evitar el escándalo.

Fue imposible: los medios de comunicación había llegado y la noticia se difundía en redes sociales en tiempo real.

Fue entonces que apareció la presidenta Belinda Aguilar.

Según estaba en la ciudad de México.

Según estaba ocupada, atendiendo otro asunto “más importante” (palabras exactas de sus asistentes).

La presidenta del Poder Judicial, al parecer, le cayó una dosis fuerte de realidad: atendió al Frente, aceptó recibir los mil 5 expedientes “atorados” que registró el colectivo, prometió revisar los reglamentos de Cecofam, rebautizado por las madres como “el Centro del Terror”, y se comprometió a renuirse con ellas cada 2 meses para revisar los avances jurídico de las víctimas.

Se sembró una semilla de esperanza: un voto de confianza para Belinda Aguilar y al mejor desempeño de la impartición de justicia en Puebla.

Bien por las mujeres valientes del Frente Poblano de Mujeres Contra Deudores Alimentarios.
Y esperamos lo mismo de la presidenta del Poder Judicial, no sólo por ser mujer y sorora con la causa, sino por la esperanza que los funcionarios públicos hagan su trabajo, de una vez por todas.