La columna de Celina Peña
Atrás quedaron los días en que los habitantes de este planeta sufríamos por las derrotas y los triunfos de los atletas en las olimpiadas, al menos recuerdo dos justas que partieron el corazón de los mexicanos, corría el año de 1988 cuando un túnel nos robó el sueño que dormitaba en los pies del marchista Ernesto Canto. En esas mismas olimpiadas de Seúl 1988 Greg Louganis, tuvo la oportunidad de repetir su clavado después de un golpe en el cráneo por un mal clavado, robando el sueño mexicano de una medalla de plata a través de Jesús Mena y mandando a la plata a Ni Xiong de China.
Hoy las tragedias olímpicas van más allá del podio, con las debidas dimensiones debemos recordar las olimpiadas de Muchich 1972, cuando un ataque terrorista contra la delegación israelí empañó con sangre las justas deportivas. Hoy las tragedias llegan a lo oscurito, caminan por donde no vemos.
Estamos en unas atípicas olimpiadas, como todas las cosas del ser humano o hechas por él, todo ha sido trastocado por la pandemia de Covid 19, como nunca en los tiempos modernos si es que pudiéramos llamarle modernos, nuestras realidades radicalmente cambiaron, las olimpiadas no fueron la excepción, pero los rasgos de estas olimpiadas a diferencia de muchas otras actividades fueron positivos.
Por un lado, la gimnasia y el boley ball de playa nos dieron las grandes noticias. La lucha por no sexualizar los cuerpos de las atletas, se puso en la mesa de debate, mientras que la gimnasta norteamericana Simone Biles, abordó el tema de la salud mental de los atletas de alto rendimiento.
Como nunca antes en la historia de las olimpiadas se han hecho públicas las problemáticas de los atletas, en años pasados fuimos testigos de nadadoras que se quejaban de que sus trajes de baño, les quedaban pequeños, mientras que las actuales atletas pusieron el dedo en la llaga sobre la decisión de utilizar uniformes ajustados, o maillots que en nada apoyan a que las gimnastas se sientan cómodas con sus uniformes.
En el caso de la gimnasia rítmica la delegación alemana portó uniformes completos evitando que los asistentes a las justas deportivas pudieran ver sus cuerpos. Cabe señalar, que en años pasados se denunció que el uso del maillot en niñas gimnastas había provocado el tráfico de imágenes con fines sexuales.
Por su parte, el escándalo del que fuimos testigos a través de un documental de Netflix, provocó que la federación de gimnasia de Estados Unidos pagara las consecuencias por permitir el abuso físico, sexual y mental de sus jóvenes atletas. Otro punto en la agenda de esta justa deportiva es la visibilización de las comunidades LGTBTI. En fin, atrás quedaron esos tiempos, lo de hoy es subir en las agendas y los podios una sociedad más equitativa.