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La columna de Celina Peña

El futuro ya nos alcanzó. Los recursos hídricos se han vuelto uno de los bienes más valiosos de los estados, ciudades, regiones y países. 

Cuando un poblano circula por la ciudad de Puebla es común pasar por las reminiscencias de lo que fueron los ríos y los recursos hídricos que alimentaron por siglos el desarrollo de la ciudad. A diferencia de otros países donde los ríos son protegidos y su cauce circula libremente en medio de la ciudad, y de hecho forman parte de la identidad local. En Puebla los ríos Alseseca y Atoyac son un cauce de aguas negras, mientras que el río San Francisco hoy en día es uno de los bulevares más importantes de la ciudad.

Sin duda estamos ya ante la crisis hídrica mundial, Monterrey en el caso de nuestro país es el mejor ejemplo de que la escasez de agua llegará primero a las zonas urbanas. Nosotros somos ya las futuras generaciones que en el pasado nos llamaban el futuro de México. Desde hace más de treinta años existe una preocupación por el futuro del agua en la llave, pero no sobre el cuidado real del agua en la protección de los mantos acuíferos.

La crisis del agua va acompañada también de la deforestación y del cambio en los suelos agrícolas, el monocultivo también impide la recarga de los mantos. Las planchas de concreto han evitado que el agua llegue nuevamente a los ríos, y existe una nula política pública para rescatar los ríos hoy convertidos en cauces de aguas negras.

En la Puebla histórica la riqueza hídrica formó parte del desarrollo de la ciudad no sólo para abastecer de agua para el consumo humano, sino para desarrollar la manufactura, los talleres artesanales y el desarrollo temprano de una proto-industria que colocó a nuestra ciudad en uno de los polos económicos y culturales más importantes del país.

La pregunta surge, cuando realmente sociedad y gobierno unirán sus fuerzas para la recuperación de los ríos y mantos de Puebla, esperemos no sea cuando el tiempo nos alcance y sea demasiado tarde.

Es lamentable también ser testigo histórico de cómo las empresas trasnacionales se han apoderado del agua mexicana, con fines de lucro dejando a los más vulnerables en desventaja.

Como la producción de mercancías y bienes desechables poseen una elevada huella hídrica. Mucho de lo que consumimos y se produce en las sociedades de consumo requieren enormes volúmenes de agua. 

Hoy nos viene bien la frase, el agua es vida.